Análisis: World of Warcraft: Wrath of the Lich King

WORLD OF WARCRAFT: WRATH OF THE LICH KING

Finalmente la segunda expansión de World of Warcraft ha arribado, y con ella, el motivo perfecto para desempolvar nuestro personaje nivel 70 que cajoneamos un año atrás, principalmente, por habernos quedado sin cosas para hacer.

Como carta de presentación, Wrath of the Lich King eleva el Level Cap a 80, y nos otorga un nuevo continente para explorar y una nueva clase jugable, el Death Knight, pero vayamos por partes.

Antes que nada, hay que aclarar que para poder ser jugada, Wrath of the Lich King (WLK) requiere que poseamos, además del juego original, la primera expansión del mismo, The Burning Crusade. A su vez, Wrath of the Lich King no incorpora al juego tantas novedades como The Burning Crusade, y por cierto, es un paquete elitista (al estilo de The Trials of Atlantis para el legendario Dark Age of Camelot), ya que no contiene absolutamente ningún contenido para nuevos usuarios.

A su vez, posee un requisito de nivel para poder jugarse: no es posible crear un personaje de la nueva clase hasta que al menos uno de nuestros personajes preexistentes alcance el nivel 55  (de hecho, los Death Knights arrancan como nivel 55), y tampoco se puede acceder al nuevo continente, Northrend, con un personaje de nivel inferior al 68.

Sin embargo, si poseen al menos un personaje entre los niveles 68 y 70, el límite para la expansión anterior, Wrath of the Lich King contiene suficiente material nuevo y accesible instantáneamente como para mantenernos ocupados durante muchísimo tiempo.

 

(Continuará)

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